José Smith-Historia Perspectiva #2
El primer relato de primera mano de la Primera Visión de José Smith fue escrito en el verano de 1832.1 Siendo parte de una narrativa histórica más amplia y ambiciosa “de la vida de José Smith Jr.” que incluye “un relato de su experiencia maravillosa” y “un relato del surgimiento de la iglesia de Cristo en la víspera de su era”, 2 este relato de la Primera Visión es el único recuento existente que se conserva escrito con la propia mano del Profeta.
El origen de la historia de 1832 que preserva este relato temprano de la Primera Visión puede ubicarse en el contexto de un renovado énfasis en la conservación de registros entre los primeros Santos de los Últimos Días. Impulsado por la revelación que ordena que se mantenga un registro y una historia del surgimiento de la Iglesia de Cristo recién formada (Doctrina y Convenios 21:1; 85:1–2), “la historia del verano de 1832 aprox. surgió como parte de una nueva fase en las prácticas de mantenimiento de registros de [José Smith]. Durante los primeros cuatro años de mantenimiento de registros mormones (1828-1831), [José] se centró principalmente en preservar el texto de sus revelaciones. . . . Este enfoque cambió en 1832, cuando [José] comenzó por primera vez a documentar su vida personal en detalle, tanto en su historia como en el diario que comenzó el 27 de noviembre de 1832″.3
“A principios de la década de 1830”, señalan los editores del proyecto Joseph Smith Papers, “cuando se escribió esta historia, parece que [José] no había transmitido los detalles de su Primera Visión de la Deidad” con la posible excepción de una insinuación a la Primera Visión en una revelación de 1830.4
Inicialmente, [José] pudo haber considerado esta visión como una experiencia personal ligada a sus propias exploraciones religiosas. No estaba acostumbrado a registrar eventos personales, y no registró inicialmente la visión como posteriormente lo hizo enfocadamente con los textos sagrados. Solo cuando [José] amplió su enfoque para incluir registros históricos, escribió un relato detallado de la teofanía que experimentó en su juventud. El resultado fue un relato simple y sin pulir de su primera “experiencia maravillosa”, escrita en gran parte con su propia letra. El relato no fue publicado o difundido ampliamente en ese momento, aunque en años posteriores contó la historia con mayor frecuencia.5
No está claro exactamente cuándo en 1832 se registró esta historia, pero un período de tiempo muy probable para su composición es en algún momento entre julio y noviembre de ese año.6 Frederick G. Williams ayudó a José como escriba a registrar las páginas iniciales de esta historia. La forma en que José contó este relato de su visión probablemente estuvo influenciada, en parte, por las experiencias que tuvo durante su estadía en Greenville, Indiana.7 Esa primavera viajó con Sidney Rigdon, Jesse Gause, Peter Whitmer Jr. y Newel K. Whitney hacia Misuri. En el camino de regreso a Ohio en mayo, Whitney se rompió una pierna haciendo una diligencia, lo que obligó a José a quedarse junto a él en Greenville para ayudarlo a recuperarse. Durante este tiempo, José tuvo muchas oportunidades para reflexionar sobre su posición ante el Señor y sobre las pruebas que había experimentado. Varios de los temas prominentes en la narración de 1832 de la Primera Visión aparecen de forma paralela en cartas de José de su tiempo en Greenville, los cuales hablan de la gran probabilidad de que al menos las semillas de la narrativa y la temática de la historia de 1832 se plantaron en la mente de José durante este tiempo.8
Quizás el aspecto más notable del relato de 1832 es que no habla explícitamente de dos personajes que visitan a José como lo hacen los posteriores. Más bien, habla de que “el Señor abrió los cielos sobre [José]” y José luego ve “al Señor”.9 La razón de esta aparente discrepancia con sus relatos posteriores ha sido explorada por escritores Santos de los Últimos Días que sostienen que, aunque es cierto que no es tan claro como los relatos posteriores, el lenguaje de esta narración no necesariamente excluye la posibilidad de que se estén describiendo dos personajes.10
Otro detalle notable en este relato de la visión es la descripción de José acerca de “una columna de fuego luz más brillante que el sol al mediodía” fulgurando sobre él. José parece haber luchado un poco para comunicar lo que experimentó en la visión, ya que primero escribió “fuego” para describir lo que vio, pero inmediatamente lo tachó y lo reemplazó con la palabra “luz”.11 Esto da la idea de una lucha de José para describir sus revelaciones con lo que llamó “la pequeña prisión estrecha. . . de papel[,] pluma[,] y tinta y un lenguaje torcido[,] roto[,] esparcido[,] e imperfecto “.12
Después de la muerte del Profeta en 1844, la historia de 1832 viajó al oeste con los santos a Utah y se mantuvo en la Oficina de Historia de la Iglesia. Al ser eclipsada en notoriedad e importancia por el relato canónico de José de 1838-1839 en la Perla de Gran Precio, no se publicó sino hasta 1965, cuando Paul Cheesman incluyó una transcripción de ella en su tesis de maestría.13 Desde entonces, el relato de 1832 ha sido publicado y discutido varias veces (incluso en publicaciones oficiales de la Iglesia) y ha recuperado su lugar destacado en la conciencia histórica de los Santos de los Últimos Días.14
Aunque la versión de 1832 de la Primera Visión puede ser “la menos pulida” de las versiones existentes, es sin duda la más íntima. Los relatos posteriores “son más conscientes de la importancia de la visión para toda la humanidad, pero ninguno supera este primer relato conocido al revelar lo que significaba personalmente para el joven José Smith”. 15
Historia del Verano de 1832 aprox.(Continúa la versión estandarizada aqui; original disponible aqui) |
Alrededor de la edad de doce años, comencé a inquietarme seriamente con respecto a todo lo importante que tenía que ver con el bienestar de mi alma inmortal, lo que me llevó a escudriñar las Escrituras, creyendo, según se me había enseñado, que contenían la palabra de Dios, por lo que las apliqué a mí mismo. Mi relación estrecha con las personas de diferentes denominaciones me causó un gran asombro, pues descubrí que no honraban lo que profesaban con acciones santas ni conversación devota que estuvieran de acuerdo con lo que yo había encontrado en aquel sagrado escrito. Esto causaba pesar a mi alma. Por lo tanto, de los doce a los quince años de edad, medité muchas cosas en el corazón acerca de la situación del mundo, de la humanidad, de las contenciones y las divisiones, de la iniquidad y las abominaciones, y de las tinieblas que cubrían la mente del género humano. Me sentía cada vez más angustiado por sentirme culpable de mis pecados y, al escudriñar las Escrituras, encontré que el hombre no se acercaba al Señor sino que había apostatado de la fe verdadera y viviente. Y no había ninguna sociedad ni denominación que estuviera edificada sobre el evangelio de Jesucristo, tal como se registra en el Nuevo Testamento. Sentía deseos de llorar por mis pecados y por los pecados del mundo, pues de las Escrituras había aprendido que Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre y que no hace acepción de personas, porque Él es Dios. Porque había observado el sol —la luminaria gloriosa de la tierra— y también la luna pasando majestuosos por los cielos, y las estrellas brillando en su curso, y la tierra sobre la cual estoy, y las bestias del campo, las aves del cielo y los peces de las aguas, y también al hombre andando sobre la faz de la tierra con majestad y belleza, poder e inteligencia, para gobernar lo que es sumamente grandioso y maravilloso, sí, a semejanza de Aquél que los creó. Y al reflexionar sobre esas cosas, clamé desde el fondo de mi corazón: “El hombre prudente tuvo razón cuando dijo que ‘es necio el que dice en su corazón que no hay Dios’”. Mi corazón exclamó: “Todo eso da testimonio y pone en evidencia un poder omnipotente y omnipresente, un Ser que crea las leyes, y decreta y une todas las cosas dentro de sus confines, que llena la eternidad, un ser que era, que es y que será de eternidad en eternidad”. Y cuando consideré todo eso y que ese Ser busca que los que lo adoren, lo adoren en espíritu y en verdad; por tanto, clamé al Señor pidiendo misericordia, porque no existía nadie más a quién dirigirme para obtenerla. Y el Señor escuchó mi ruego en aquel lugar solitario y, mientras me encontraba en actitud de acudir al Señor, en el decimosexto año de mi vida, una columna de luz, más brillante que el sol al mediodía, descendió hasta descansar sobre mí y fui lleno del Espíritu de Dios. Y el Señor abrió los cielos sobre mí y vi al Señor, y Él me habló y me dijo: “José, hijo mío, tus pecados te son perdonados. Sigue tu camino, anda en mis decretos y guarda mis mandamientos. He aquí, Yo soy el Señor de gloria. Fui crucificado por el mundo para todos los que crean que en mi nombre puedan tener la vida eterna. He aquí, en este momento el mundo yace en el pecado y no hay quien haga lo bueno, ni siquiera uno. Se han apartado de mi Evangelio y no guardan mis mandamientos; con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí. Mi ira está encendida en contra de los habitantes de la tierra y caerá sobre ellos de acuerdo con su impiedad y para llevar a cabo aquello que se ha declarado por boca de los profetas y los apóstoles. He aquí, vendré pronto, como está escrito, en las nubes y revestido de la gloria de mi Padre”. Y mi alma se llenó de amor, y por muchos días me regocijé y sentí una gran dicha, y el Señor estaba conmigo, pero no podía encontrar a nadie que creyera en mi visión celestial. No obstante, meditaba sobre estas cosas en mi corazón. |
Otras Lecturas
Karen Lynn Davidson et al., eds. The Joseph Smith Papers, Histories, Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844 (Salt Lake City, UT: The Church Historian’s Press, 2012), 3–23.
James B. Allen and John W. Welch, “Analysis of Joseph Smith’s Accounts of His First Vision,” en Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestation, 1820–1844, ed. John W. Welch, 2da ed (Provo, UT: BYU Studies, 2017), 37–77.
Dean C. Jessee, “The Early Accounts of Joseph Smith’s First Vision,” BYU Studies 9, no. 3 (1969): 275–294.
Notas de pié de página
1 Véase History, circa Summer 1832; cf. Karen Lynn Davidson et al., eds. The Joseph Smith Papers, Histories, Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844 (Salt Lake City, UT: The Church Historian’s Press, 2012), 3–23.
2 History, circa Summer 1832, 1.
3 Davidson et al., eds., The Joseph Smith Papers, Histories, Volume 1, 6.
4 Véase Articles and Covenants, ca. Apr. 1830 [D&C 20:5]; cf. Michael Hubbard MacKay et al., eds., The Joseph Smith Papers, Documents, Volume 1: July 1828–June 1831 (Salt Lake City, UT: Salt Lake City, UT: The Church Historian’s Press, 2013), 121.
5 Davidson et al., eds. The Joseph Smith Papers, Histories, Volume 1, 6.
6 Steven C. Harper, Joseph Smith’s First Vision: A Guide to the Historical Accounts (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2012), 34.
7 Matthew C. Godfrey, “The Second Sacred Grove: The Influence of Greenville, Indiana, on Joseph Smith’s 1832 First Vision Account,” Journal of Mormon History 44, no. 4 (October 2018): 1–18.
8 Véase Godfrey, “The Second Sacred Grove,” 15–18.
9 History, circa Summer 1832, 3.
10 James B. Allen, “Eight Contemporary Accounts of Joseph Smith’s First Vision—What Do We Learn from Them?” Improvement Era, April 1970, 7; Matthew B. Brown, A Pillar of Light: The History and Message of the First Vision (American Fork, UT: Covenant, 2009), 92–94; Steven C. Harper, “A Seeker’s Guide to the Historical Accounts of Joseph Smith’s First Vision,” Religious Educator: Perspectives on the Restored Gospel 12, no. 1 (2011): 168; James B. Allen and John W. Welch, “Analysis of Joseph Smith’s Accounts of His First Vision,” en Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestation, 1820–1844, ed. John W. Welch, 2nd ed (Provo, UT: BYU Studies, 2017), 66–67.
11 History, circa Summer 1832, 3.
12 Letter to William W. Phelps, 27 Noviembre 1832, in Letterbook 1, p. 4; cf. Matthew C. Godfrey et al., eds., The Joseph Smith Papers, Documents, Volume 2: July 1831–January 1833 (Salt Lake City, UT: Salt Lake City, UT: The Church Historian’s Press, 2013), 320.
13 Paul R. Cheesman, An Analysis of the Accounts Relating Joseph Smith’s Early Visions (Master’s Thesis, Brigham Young University, 1965), 126–132.
14 Dean C. Jessee, “The Early Accounts of Joseph Smith’s First Vision,” BYU Studies 9, no. 3 (1969): 278–280; Allen, “Eight Contemporary Accounts of Joseph Smith’s First Vision—What Do We Learn from Them?” 4–13; Milton V. Backman Jr., Joseph Smith’s First Vision (Salt Lake City: Bookcraft, 1971; 2nd edition, 1980), 155–157; “Joseph Smith’s Recitals of the First Vision,” Ensign, Enero 1985, 8–17; Eyewitness Accounts of the Restoration (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1986), 17–32; Dean C. Jessee, ed. The Personal Writings of Joseph Smith (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1984. rep. ed. 2002), 4–6; The Papers of Joseph Smith, Volume 1: Autobiographical and Historical Writings (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1989), 3–10; Anderson, “Joseph Smith’s Testimony of the First Vision,” 10–21; Ronald O. Barney, “The First Vision: Searching for the Truth,” Ensign, Enero 2005, 14–19; Brown, A Pillar of Light, 178–180; Davidson et al., eds., The Joseph Smith Papers, Histories, Volume 1, 10–16; MacKay et al., eds., The Joseph Smith Papers, Documents, Volume 1, 279–285; Allen and Welch. “Analysis of Joseph Smith’s Accounts of His First Vision,” 37–77; Richard J. Maynes, “The First Vision: Key to Truth,” Ensign, June 2017, 60–65.
15 Harper, Joseph Smith’s First Vision, 33.